lunes, 6 de diciembre de 2010

Comiendo vidrio...

Se parte de un cuestionamiento simple: ¿Cuál es el mérito de Sergio Batista para ser el DT de la selección argentina de fútbol? 

Extrañamente, en poco más de cinco años es el tercer entrenador que a pesar de no contar con competiciones profesionales ganadas es elegido para el cargo. Es decir, en primer término se puede descartar que haya sido seleccionado, valga la redundancia, por la eficacia de su método de entrenamiento. Guste o no, éste se convalida con resultados; desde el tan popular Barça de Pep Guardiola hasta el poco valorado (por cierta parte de la prensa deportiva) Inter de Mourinho.

El Checho tiene a su favor, cómo negarlo, conocer a los jugadores que hoy en día son juveniles y que pueden ser piezas fundamentales en Brasil 2014 y a parte de los estrellas de mayor proyección (Messi, Di María, etc, etc.), dirigidas por él en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, donde el equipo sub-23 reforzado con tres mayores logró la medalla de Oro. Luego de la salida de Maradona, Lío dio un respaldo más que importante al actual entrenador.

Desde el punto de vista dirigencial -Grondona- es posible que por venir de un ciclo que en parte se caracterizó por los entredichos públicos, además del estilo futbolístico se pondere el perfil personal de Batista: discreto, diplomático y de buen discurso. En su declaración de principios, justamente, es en donde radica en gran medida el apoyo de una parte considerable del Universo Fútbol. (Jugadores, dirigentes, periodistas, hinchas, etc, etc.). El flamante DT remarca su preferencia por los jugadores de mejor técnica, los laterales con subida, la posesión del balón y, por sobre todo, su intención de jugar como el Barcelona FC. De que Messi juegue como en su club.

Sería injusto desconocer que a la hora de hablar sobre los objetivos de su proyecto transmite la tranquilidad de quien se sabe en lo correcto; esta determinación es eficaz para persuadir al ya nombrado Universo Fútbol. Además, a partir de lo que se pudo observar en los pocos partidos en los que el Checho dirigió a la selección mayor, los jugadores argentinos parecen estar convencidos de la concepción y filosofía de juego que reza el entrenador, aunque es apresurado afirmarlo.

Considerando este balance parcial, se podría pensar al hombre en cuestión como más apto para cumplir el rol de Secretario Técnico de Selecciones (hoy en día, Bilardo) que el de DT de la mayor. Curiosamente, lejos de lo que uno podría esperar, Carlos Bilardo, acaso conociendo de antemano la elección de Julio Grondona y con la intención de aferrarse a la AFA, sólo propuso a Batista para el cargo; es decir, para el Dr, de los siguientes entrenadores ninguno está capacitado para estar al mando de la selección: Carlos Bianchi, Ramón Díaz, Alejandro Sabella, Américo Gallego, Ricardo Gareca, Nery Pumpido, Edgardo Bauza, J. C. Falcioni, Claudio Borghi, Diego Simeone, Miguen Ángel Russo.

Una elección tan importante, futbolísticamente hablando, debe ser fría y lógica. Éste no parece ser el caso. Lo que uno puede suponer, entonces, es que desde la AFA se confía plenamente (¿ingenuamente?) en que un DT sin capacidad plasmada en resultados logre que este equipo juegue en un nivel semejante al del Barça; empresa difícil si las hay. Es verdad que Guardiola también asomó desde las divisiones juveniles, pero, a diferencia del argentino, no agarró un equipo en formación sino uno ya consolidado por donde se lo mire, consecuencia de años de llevar a cabo una misma idea de juego y que ya contaba con cracks que jugaban juntos desde hacía quién sabe cuántos años. Como dato curioso, o no, el capitán argentino, Mascherano, desde hace años emblema del seleccionado, es suplente en el equipo español. Pocas semejanzas como para apostar tanto.

Grondona, Bilardo y Batista emprenden un nuevo viaje aventurero, que de concluir en derrota (acaso, el resultado lógico), dará pie a las habituales críticas y culpas, que, seguramente, serán dirigidas, de menor a mayor, al Presidente de la AFA, al Sec. De Selecciones y al DT del equipo, contradiciendo a la razón, como ocurre tan a menudo en el Universo Fútbol.