martes, 4 de octubre de 2011

FÚTBOL: malo y feo, lindo y bueno.

 Se mezcla todo. En Argentina, el jogo bonito y el fútbol total desembarcaron en el despectivo tiki-tiki; el catenaccio, en el brutal antifútbol. Menottismo y Bilardismo, siempre hablando de estas tierras; según quién y a quién se lo diga, elogio o crítica.

En los tiempos recientes, con el Flaco y el Dr alejados de logros deportivos contundentes, la discusión sinfín posó todas sus energías en encontrar rasgos de ambos estilos en diferentes equipos, dirigidos por técnicos como Bielsa, Basile, Cappa, Pekerman, Sabella, etc, etc. El Loco, ofensivo pero poco pausado y muy estricto tácticamente, genera más dudas que los otros enumerados. También están Bianchi, Ramón Díaz, Gallego, Borghi, que, acaso por poco emparentables, parecen embarcados en la misión divina de hacernos dejar poco a poco esta discusión vieja y aburrida.


De repente, Mourinho y Guardiola. El portugués, primero cronológicamente, ganando trofeos importantes con el modesto Porto, el millonario Chelsea y el poderoso Inter. Actualmente dirige al Real Madrid, acaso su desafío más grande al momento. Por otro lado, el correcto y brillante Pep, ganador, casi literalmente, de cada competencia en la que participó como entrenador. Ambos revolucionaron el fútbol mundial: con estilos simétricamente opuestos fueron campeones, presentando así una disputa ideológica a todo aficionado, reavivando el viejo debate en los argentinos.


Sin embargo, tal vez se pueda encontrar una gran similitud y una gran diferencia. Tanto los equipos de José como los de Josep, en contraste con lo que el prejuicio podría sugerir, tienen métodos de entrenamientos más parecidos entre sí que con cualquier otro conjunto de la actualidad. En los partidos está la antinomia: mientras que Mou logró sorprender por sus tremendas estadísticas (9 años consecutivos invicto como DT en ligas locales, entre otras) y sus comportamientos atípicos, Pep asombró por la belleza y la eficacia del juego de su Barcelona. Al margen de analizar los porqués –si se recorre este blog, se encontrará alguna breve reflexión al respecto-, Guardiola llevó al club catalán a un nivel supremo, acaso inigualable; pero nadie, absolutamente nadie, podría argumentar empíricamente que este equipo es mejor que aquel Inter de Mourinho, que  en donde sea que se encuentre representa al peor enemigo del Barça en esta época. 

La introducción –primer párrafo- tiene su pretexto: en estos últimos años la discusión en Argentina tomó una interesante curva, que consta en coincidir en que no existe jugar lindo, sino que el eje es jugar mal o bien. Pues bien, este escribiente está convencido de que el fútbol sí tiene una estética y que por ende sí existe jugar lindo o feo, aunque esto no esté entre las primeras características para valorar un equipo. 

Como los grandes equipos, el jogo bonito se desmenuzará de atrás hacia adelante: Si partimos de la base de que es indiscutiblemente mejor que un arquero esté bien ubicado y que, por ende, requiera menos esfuerzo tanto a nivel atlético como en sus reflejos para atajar un balón, ¿podemos asegurar que es más bello ver esta acción que ser testigos de un portero no tan bien ubicado pero volando exageradamente para conseguir evitar el gol? En cuanto a todo el bloque defensivo, ¿reventar una pelota a la tribuna puede ser estéticamente bello aunque, sin dudas, muchas veces sea necesario? Yendo a un extremo: por más que sea en el área propia, un caño, un sombrero o una gambeta siempre van a ser más lindos que un balón a las nubes; sin embargo parece imposible encontrar un DT que prefiera eso en una final. En Argentina, donde además de mal se juego feo, es común, irritablemente común, ver que apenas cruzan mitad de cancha el 4 ó el 8 de un equipo todos corren al segundo palo a esperar el centro; pero si hay un pelotazo, 2 ó 3 rebotes, un disparo fortísimo y un arquero tapado que no puede impedir el gol, ¿es una jugada linda? ¿Estuvo mal el jugador que fusiló sabiendo que era más probable poder colar una pelota potente que una suave? ¿Y una definición picándosela al portero es igual de bella que una donde se patea fuerte, roza en el oponente y entra? 

Este Barcelona, que para muchos es el mejor equipo de la historia, juega excelente y lindo; valora tanto el control del balón que en situaciones donde tiene mucho más para perder que para ganar, como tocando entre Valdés, Puyol y Abidal, parece poner en duda si es por estética o por efectividad. 


El juego bonito no significa ser ofensivo; los equipos de Bielsa y de Mourinho lo son en la amplia mayoría de sus partidos; incluso son eficaces, mas no bellos a los ojos de ciertos hinchas.

En defensa es donde se puede observar la diferencia más clara entre jugar bien y lindo: este escribiente nunca escuchó a nadie decir “qué lindo cierre” o “qué lindo relevo”. Estas acciones suelen ser valoradas a través de adjetivos como “genial”, “impecable”, “perfecto”.


Acaso, un debate tanto o más interesante que éste sería aquel que planteara discutir en cuáles casos jugar lindo va en contra de la intención de jugar lindo y viceversa.

Será en otro momento.